De camino a las habitaciones. (Chris)

Le sonreí ante sus palabras, deslizándome para acercarme un poco a él y apoyar mi rostro contra su hombro, cerrando los ojos.
-¿Florencia?, nunca he estado...pero me gustaría ir.-comenté, queria ver mundo, de eso estaba segura, no tene runa vida cotidiana amarrada al matrimonio forzado, entre mis aventuras estaría elegir lo que quisiera hacer con mi vida y con quien.-¿Por qué caótica?

Cerré los ojos, como ella. Solo utilizaba tres sentidos, la tocaba, olía su perfume y oía su dulce voz. Incluso utilizando dos sabría que me seguiría gustando.

-Es una ciudad... única. Todo en ella es arte, renovación y te dan ganas de aprender y te inspira y...-callé, algo abrumado por la cantidad de sentimientos que parecía provocar el recordar mi ciudad. Entorné los ojos, sin saber muy bien que decirle.-Es difícil de explicar... Mi vida varió entre la vida noble y burguesa... Sigo sin tener bien definido como viví. Mi familia no era normal y tuve muchas idas y venidas... en todos los temas que se te ocurran.-confesé, sin coherencia alguna en mis pensamientos. Imágenes confusas estallaban en mi mente y no sabía muy bien que decir.

Le miré, aún notando aquel deje de anhelo en su voz, no llegaba a comprender del todo como podría haber sido su vida lejos de Venecia, al igual que ya apenas me era posible recordar mi vida en Paris como más que un simple sueño.Le di un suave beso rozando la comisura de sus labios.
-Tuvo que ser una vida complicada...-le dije, mi vida no había sido tan cómoda hasta hacía dos años, pero siempre había sido más o menos estable.-¿Por qué esa inestabilidad?, si puedo preguntar.

Sonreí y ladeé la cabeza para devolverle el beso. Suspiré con fuerza y la sonrisa desapareció. Tragué con fuerza.

-Mi forma de ser dio muchísimos problemas a mi familia, mis padres murieron cuando yo era joven... Me dejaron con demasiadas responsabilidades. No sé.- con un resoplido me levanté y me dirigí a mi cómoda. Me quité las piezas de vestir, quedándome con lo más básico, una simple camisa, los pantalones y me descalcé. Era obvio que odiaba hablar de eso, mostrarme débil ante los demás. Con una sonrisa forzada me volví hacia ella.

-Debes de estar incómoda, y si tienes que dormir aquí, será mejor que por lo menos te quites los zapatos, ¿no?-volví para sentarme a los pies de la cama. Me estaba preocupando, hacia tiempo que no pensaba tanto en mi vida anterior y me estaba pasando factura.

Sonreí al ver como su rostro se giraba y me devolvía el beso, Nunzio era reamente dulce, ¿quién no se sentiría cómoda y en libertad a su lado?, era cierto que había sido una noche extraña, y que su rostro en aquel momento se reflejaba triste, pero aquello precisamente era cuanto habría querido, una noche con alguien como él, siendo yo misma, sin ser LeBlanc, en libertad, pudiendo ser yo misma...aquello era sin duda cuanto deseaba...y cuanto quería e aquel momento era que él fuese feliz.Escuché sus palabras observando como se alzaba de la cama avanzando a una cómoda, despojándose de parte de su vestimenta, cuando de nuevo habló me quité los zapatos y al ver como se sentaba a los pies de la cama me arrodillé sobre esta y gateé hasta el para colocar mis manos sobre sus hombros y masajearlos con suavidad.
-Si debió de ser duro...se lo que es tener todo sobre tus hombros, que todos esperen tanto y no saber si puedes conseguir aunque sea un poco de eso que esperan...-dije casi susurrando en su oido, mientras dejaba resbalar mis brazos para rodear su cuello y abrazarle, apoyando mi cabeza contra su el principio de su hombro.-No te preocupes, todo esta bien ahora...-dije tratando de animarle.

Observé de reojo como se ponía más cómoda. Noté como la cama se hundía bajo su peso hasta llegar a donde estaba yo. Cerré los ojos ante su leve masaje. No le había contado casi nada de mí y ya era capaz de animarme con un leve roce. Su cabeza se recostó contra mi hombro y me sorprendió como esas simples palabras de ánimo podían calmarme y tranquilizarme de esa manera.

-Tu voz es el mejor consuelo.-dije, ya sin preocuparme por si parecería muy lanzado o estúpido por decirle eso a casi una desconocida. Pero, ¿cómo una persona desconocida iba a aportar tanta felicidad con solo estar a mi lado? Ladeé la cabeza para poder besar la raíz de sus cabellos.

Apenas se movió,pero el simple hecho de abrazarle me era demasiadogradable como para soltarle, aún preocupándome la posibilidad de incomodarle, pero despertaba en mi aquella confianza y las ganas de verle sonreir, curando sus herida de la forma que me fuese posible, aunque como bien sabía, las heridas del alma y el corazón eran las más difíciles de sanar y en ocasiones las únicas que no sanaban jamás.Bien sabía aquello porque también me habían herido y bien sabía que el olvido no todo lo podía o enterraba porque cada cosa o acto va ligado a algo ya pasado y esto siempre vuelve para atormentarnos.El sonrojo se hizo presente en mis mejillas nuevamente al escuchar las palabras provinientes de tus labios. Sonreí levemente con los ojos cerrados al sentir sus labios sobre mi cabello.
-Me alegra poder ayudar al menos a alguien...-dije con sinceridad, me alegraba poder ayudar sin necesidad de algo a cambio, sin tener nada que ver con el dinero o la posición social.-Me alegra poder ayudarte a ti que me lo has dado todo esta noche...-repetí esta vez con un nuevo final,con una voz suave.

Sonreí con un suspiro. Alcé una mano para coger una suya y acariciarla.

-Seguro que has ayudado a más personas, tu sonrisa alegra el día.-esa chica era dulce e inocente, a cualquiera le alegraría el encontrarse con ella, y si no lo hacían, no se debían de alegrar ni por lo que más feliz les hacía. Mi alma pareció removerse cuando dijo eso.-Yo no te he dado nada. No me explico esto que siento aquí,-dije, señalándome el pecho.- pero aparte de eso, tengo que confesar que hago esto más veces de las que puedas creer.-confesé, algo avergonzado. Tenía razón, no me podía explicar que me pasaba pero, ¿me estaba avergonzado de mi forma de ser? Todo era muy extraño, pero igualmente no era desagradable.-Ojalá yo también te haya ayudado.

Su mano,acariciando la mia y sonreí con levedaz.
-No creo tal cosa, normalmente mis compañías no son por gusto propio...parecer que actualmente lo previsto o concertado es más seguro que esperar a que algo agrade, por lo cual las compañías que tengo no me agradan y mi compañía no gusta.-dije entonces, alzándome un poco para besar su mejilla con suavidad, aún con una sonrisa, bastante amplia.-Me has dado libertad, y eso es todo cuanto quiero.-susurré.Sus siguientes palabras no fueron tan agradables, pero era de esperar...¿quién no querría su compañía?, un muchacho atractivo y amable, que parece que pueda darte el cielo, era algo así como un sueño, todas las muchachas querrían tenerle.Bajé la mirada un instante,haciéndose menos visible mi sonrisa y después volviendo a ampliarla.-Ya me has ayudado y me ayudas.-le dije.-Estoy aquí, ¿quién lo habrían pensado? y más viniendo de mi...que siempre cumplo con lo que me piden...alguno dirían que me he vuelto loca, yo lo llamo libertad o diversión...-sonreí con cariño.

Desvié la mirada al notar su cambio de humor cuando dije lo de las otras mujeres, pero sonreí al ver lo feliz que parecía siendo “libre”. Ya no recordaba lo que era vivir con otras personas, el seguir normas de convivencia y demás, pero mi hogar nunca había sido estricto, así que supuse que ser libre y divertirse debía de ser una novedad para ella. Las cosas nuevas siempre nos hacían felices.

-Si algún otro día quieres venir, o hacer algo fuera de tu rutina, sabes que estoy aquí, ¿de acuerdo? No tienes porque cumplir con las órdenes de los demás si no estás de acuerdo con ellas. Solo tú eres la propietaria de tu vida.-finalicé con una sonrisa más alegre que las anteriores.

Sonreí completamente complacida con sus palabras y me aparté para sentarme junto a él, tomando su mano con cariño y depositando un beso en el dorso de esta.
-Vendré pues, siempre que pueda.-le dije con una sonrisa,feliz, realmente me gustaba mucho su compañía, demasiado incluso, tanto que me resultaba extraño sentirme como me sentía en aquel instante.-¿Serás mi pequeño escape de la realidad?-dije bromeando.

Observé su cambio de posición y el beso depositado en mi mano, serio. Inspiré con profundidad, porque ese simple gesto de cariño pareció inundarme por un momento que se hizo eterno, y ojalá así hubiera sido. Su respuesta hizo que una sonrisa involuntaria volviese a estar dibujada en mi cara.

-No hacía falta que lo preguntaras, estaré libre para ti.-respondí a su broma con una leve carcajada. Miré sus labios, que en ese momento tenían la forma de una media luna y sin aguantarlo más volví a besarla, cansado de la lejanía que nos separaba.

Aún con aquella sonrisa que contenía toda la felicidad que residía en mi en aquel momento mantuve mi mirada en él un isntante y al notarlo la dirigí nuevamente al suelo, observando en el camino de mis ojos mi mano junto a la suya.Escuché su voz nuevamente sonriendo, nunca nadie estaba libre para mi, en realidad nunca nadie estaba libre para nadie en auqella ciudad, o eso parecía....por ese mismo motivo sus palabras me llenaron de felicidad ya lcé el rostro de nuevo para buscar sus labios en el mismo instante en el que los suyos buscaban los míos.Mi mano continuó sosteniendo la suya, mientras mi otra mano buscaba su mejilla para acariciarla, girándome levemente para estar frente a él y besrale con más facilidad, dejándome llevar al completo.

Inspiré fuertemente, totalmente lleno de felicidad por el momento que compartíamos. No era lo mismo que hacía con otras mujeres, ese beso estaba lleno de un sentimiento, el cual no identifiqué porque seguía demasiado confuso. Su mano acarició mi barba incipiente Apoyé la mano libre en el mullido colchón y posicioné la otra en su espalda. Con un leve movimiento de mi brazo cambié de posición y la empujé con levedad, arrastrándome a mí detrás de ella. Quedé casi tumbado encima de su cuerpo y besé con levedad su clavícula. Separé mis labios de ella y la miré a los ojos, recordando su deseo de pasar una noche tranquila. Apreté los dientes y posé mi frente en la suya, sin dejar de encontrar el reflejo de mis ojos en los suyos.

Sentía aquel roce dulce como ningún otro, que invadía de una sensación de calam todo mi cuerpo, como si sus labios complementasen los míos.Mi mano acariciaba su rostro, queriendo recordar el tacto de su piel bajo la yema de mis dedos,mientras sentía su mano en mi espalda y como se hundía levemente el colchón bajo el peso de la otra al apoyarse.Con un suave gesto pronto me encontré tumbada sobre la cama, sintiendo levemente el peso de su cuerpo sobre el mío, mientras sentí sus labios descender hasta mi clavícula, besándola. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al completo.Sus labios se separon de mi, juntando su frente con la mía, observando sus ojos fijos en los míos...era todo un mar de emociones y sentimientos y todos tan confusos...Mis ojos se reflejaban en los suyos y aún así ni yo misma habría sabido ver que sentimientos se agolpaban de una forma tan frenética en ellos en aquel momento.
-M-me gusta estar contigo...-confesé casi sin drme cuenta.

Sonreí ante esa leve frase sin saber porqué. El significado de esas palabras se apoderaba de mi y hacía que me encontrase confuso, pero no quería pensar en nada. Separé con levedad mi cabeza de su frente y la observé, con la leve luz que entraba por la ventana procedente de la luna. No sabía cuanto tiempo llevaba en Venecia ni las mujeres que habían pasado por allí, pero ella era sin duda alguna la más guapa y la que más me gustaba. La visión de su cabello desparramado sobre la almohada hizo que se lo colocase algo mejor detrás de la cabeza.

-A mi también me gusta estar contigo.-repuse, sabiendo en ese momento con certeza que sentía.

Tan solo el sentir su respiración cercana a mis labios reconfortaba cada parte de mi ser y curaba cada mal causado...su presencia me embriagaba y deseaba que no desapareciera jamás...que fuese eterno,aunque la mismísima vida no lo fuese.Colocó mi cabello levemente y siguiendo sus movimientos con los ojos le sonreí levemente y alcé mi mano para acariciar su rostro con dulzura.
-No te imaginas lo diferente que eres a los demás...-dije contemplándole.

Apreté los dientes para no reírme. ¿Diferente? Quizás en esa noche había cambiado demasiado. Después de cada desencuentro amoroso, lo último que solía oír era: “Igual que los demás, todos los hombres sois iguales”. Llevé una mano a mi nuca y la rasqué con suavidad.

-Quizás...-dije, todavía aguantándome la risa. Su cálida mano se posó en mi mejilla y me olvidé de su comentario, sólo apoyé mi rostro en su mano y me la quedé mirando por unos instantes, cautivado. Si yo era diferente, ella no debía de ser siquiera terrestre, era totalmente diferente a las compañías que solía frecuentar en ese lugar.-Tú eres lo opuesto a todo lo que he conocido en mi vida. Pero eso me gusta tanto...-murmuré, no se si para ella o para convencerme de que la tenía delante. Una idea se me pasó por la cabeza. Quizás fuese mi oportunidad de ser feliz del todo. La vida hedonista que llevaba cada vez me entusiasmaba menos, y al tenerla a ella allí, rozando su cuerpo con el mío y sintiendo su respiración en cada esquina de la habitación... No sabía porqué, pero se me hacía imposible imaginarme una vida como la de antes.

Me gustaba tantísimo el poder disfrutar de aquel momento que de no ser por el hecho de poder sentirle cerca habría jurado que se trataba tan solo de un sueño.Le miré a los ojos, aquellos ojos que desde el principio me habían encantado...con aquella mirada...me mordí el labio inferior al pensar la suerte que tenía de ser yo quien se encontraba allí y por escuchar su voz mientras pronunciaba aquellas palabras.Sentía mi corazón acelerarse...aquel era...¿el adiós a la Christinne que desconfiaba en los hombres?, aquella confianza me inundaba en aquel momento...No sabía a ciencia cierta si vlvería a verle tras aquella noche y eso me apenaba de una forma sobrecogedora...tenñia que volver a verle eso estaba claro...Sonreí.
-Es extraño,pero por una vez me alegro de ser distinta.

Sus palabras me alegraban demasiado. Me miró con fijeza y se mordió el labio inferior. Eso no me gustó. Sentía impulsos irrefrenables de besarla y no separarme nunca de ella, y además... En que pensaba era algo que quería saber, pero no podía. Pasé un dedo sobre sus labios, sin despegar mis ojos de ese punto. Los sentía cálidos a mi contacto y encima no me sacaba el ojo de encima.

-Deberías de alegrarte más por ser quien eres, haces que me sea irresistible besarte y a la vez que no me importe solo dormir contigo.-me humedecí la boca y le saqué los dedos de los labios.-Eres increíble.-resumí. Combinación perfecta de inocencia y belleza.

Aquello que me desbordaba en aquellos instantes era inmenso, algo que nunca antes había sentido, mi corazón latía de forma tan acelerada que pensé que se me saldría del pecho, nunca antes unas palabras me habían hecho tan feliz, pero tampoco nunca antes me había sentido tan bien en la compañía de un hombre, mejor dicho, nunca antes había sido tan feliz de aquella manera con alguien. Uno de sus dedos cariciaba mis labios mientras mis ojos seguían contemplándole de aquella manera ensimismada, ¿pero quién no lo haría? era perfecto.
-En este momento creeme que me alegro de serlo.-dije olvidando mi timidez, aquel sentimiento me inundaba y comenzaba a pensar que aquel joven me hacía perder la razón, pero no me importaba, si volverse loca era algo tan dulce quería estarlo.-Entonces...bésame.-le pedí con un leve rubor.

Que ese dulce tono de voz me pidiese un beso, la cosa más sencilla de dar... Que una simple mirada y esa voz que se asemejaba al canto de un ángel hiciesen de mí un corazón alocado... No tenía opción. Pero, si yo llevaba deseándolo todo el rato y ella así lo quería. Una leve ojeada al interior de sus pupilas y alma también me hizo comprender que de verdad lo deseaba tanto como yo, que lo que ocurría en esa habitación no recaería en el olvido y que no era algo simple, sino único e irremplazable. Besé la comisura de su labio, ebrio de felicidad. Le acaricié el hombro y bajé una mano hasta su cintura. Posé mis labios los suyos con suavidad y los entreabrí un poco. Fue un beso largo pero lento. Le dejé su espacio y metí la mano por debajo de su cuerpo, acariciándole la espalda. Volví a besarla, esta vez el labio inferior y después los dos, con más pasión y desenfreno que antes. Por desgracia el cuerpo ante la postura que tenía me molestaba, así que tuve que estirar los brazos del todo y eso supuso alejarme de su rostro y sus dulces labios. Agaché la cabeza otra vez y besé con rapidez su cuello.
-Deseo concedido.-murmuré.

Mi mirada se sumergía en la suya, sin importarme perderme o si no fuese a saber nunca más mirar algunos otros ojos como hacía con los suyos.El sonrojo de mi rostro no estaba dispuesto a abandonarme pero esa era na de las otras muchas cosas que habían dejado de importarme en aquel momento, no me importaba parecer un tomate viviente si era por él.Observé su rostro acercarse,mirarle un instante más me bastó para saber cuanto deseaba que me besara, entonces cerré mis ojos para concentrar todos mis sentidos y emociones en los labios.Primero beso la comisura de mis labios mientras acariciaba mi hombro y bajaba su mano hasta mi cintura, deseaba besarle más que nada, como nunca había deseado algo, cuando sus labios se posaron sobre los mios senti que si el paraiso existía realmnte debía de ser algo parecido a aquello, mis labios se acompasaron a los suyos, disfrutando del roce entre ambos.Tan dulce...tan cálido...sentirle tan cerca era cuanto necesitaba...Sus labios se sepraraon de los míos pero aún no abrí los ojos, queriendo evocar lo sucedido apenas un segundo antes, besó mi cuello y después habló...¿me volvería adicta a aquel muchacho?,estaba dispuesta llamar a aquello que sentía amor y a aquel muchacho razón de mis sonrisas.
-El mejor deseo de mi vida.-adimití.

Sonreí. Tenía el impulso constante de abrazarme de ella, besarla, no separarme jamás de ella y de muchas otras cosas más, pero debía controlarme. No era un muñeco y yo mismo necesitaba aire, respirar y tranquilizarme. Me resultaba tan extraño lo que sucedía, jamás había sentido nada igual, y en cierto modo me asustaba. Alcé mis ojos al cielo y por la ventana logré distinguir que incluso los fanales de las calles estaban apagados. A saber que hora era. Y mañana tendríamos que salir muy pronto de palacio, para que no la vieran y poder llevarla a su casa sin que la viesen entrar. Pensar en esas cosas, tan lejanas en ese momento, me hizo estar perdido unos momentos. Era irreal que ella tuviese que estar en ese momento lejos de mí y que yo, otras noches, estuviese con otras mujeres a esas horas. Le acaricié la frente con un suspiro casi infinito y me tumbé a su lado.

-Haré lo imposible por seguir cumpliendo tus deseos.-dije, pensando que cumplirlos sería mi única satisfacción de ahora en adelante.

Me sentía tan bien en aquellos momentos que de haber despertado en mi cuarto en la mañana no me habría resultado extraño, dado que aquello quizas solo fuese un sueño...pero lo sentía real, sentí su respiración, sus besos...le sentía cercano, aún más en aquel estremecimiento continuo que embargaba mi pecho con tan solo pensar su nombre.Se tumbó a mi lado, ya todo estaba oscuro, pensar en el mañana me aterraba, quizás no dormiría a pesar del cansancio por el mero hecho de tratar de encontrar la forma de volver a verle.Mi mano buscó la suya de nuevo y ladeándome para acercar mi rostro a su hombro con los ojos cerrados hablé casi en un susurró.
-Entonces...prométeme que después de mañana volveremos a vernos...promete que me buscarás...-le pedí mientras una leve ensoñación se apoderaba de mi poco a poco, costándome mantenerme despierta.