Aposentos del sumo inquisidor

La entrada sinuosa del habitaculo estaba levemente iluminada por un par de ventanas enanas en las que reposaba levemente en su repisa un rosario y un pequeño misal encuadernado en cuero muy envejecido, un sillon de piel perfectamente cuidado pero desteñido por el paso de los años yacía al lado contrario de la cama que estaba junto a la ventana. Un crucifijo de madera sobre el cabecero y finas sabanas de lino que yacian delicadamente sobre el duro colchón. Una comoda y un pequeño armario de vitrina en la pared diestra de la entrada. Se encaminó hacia el armario y abriendo unas pequeñas puertas altas de la parte inferior estrajo un taburete que poso frente al sillón, mostro a la muchacha que tomara asiento en el sillon de piel y se retiró de nuevo hacia el armario para coger un par de pastas dules y servirse un vaso de vino, sirviendo a la joven un poco de agua que retenia en un botijo lejos de la luz del sol:

-Siento no poderos ofrecer mejores estancias ni un mejor asiento, pero es todo cuanto tengo y necesito en esta vida.- El agua cristalina caia sobre las paredes de un caliz trabajado a mano mientras que el vaso de vino era un burdo vaso de cristal rallado. Entregó la copa a la muchacha y tomando asiento en el taburete esperò dando un sorbo a su tinto para proseguir:

-Bien, vos direis, ¿cual es esa carga de la que deseais confesaros?- Quedó en silencio esperando.

Angelo escuchaba con calma mientras posaba las dos pastas en un paño de lino blanco, y lo posaba con delicadeza en el regazo de la muchacha para que esta comiese si asi lo deseaba.

-No estais obligada a comerlas si no lo deseais, tan solo es una ofrenda. Vuestra historia tiene un inicio brusco...- Angelo siguió callado aguardando el resto de la historia mientras sorbeteaba el vino añejo que el vaso contenia. Los labios de la joven se habian mojado con el agua y ahora brillaban con un color rosado. Metió las manos en las mangas del hábito y dedicando una sonrisa prestó atención a cada uno de los detalles.

Observé la pastas y no era pro parecer maleducada pero el hambre no me acompañaba en esos momentos despues de asentir decidí continuar con la historia.

- Bueno, a los 6 años un dia vagando por aquella ciudad, encontre a la que es mi mejor amiga, con la que me encontré en venecia hace poco, otro de esos dias con unos 12 años, fui raptada por un maleante, el cual me trajo hasta venecia, sin saber quien era, apenas recuerdo su rostro, solo recuerdo el miedo que sentí al saber que no volveria a ver a nadie de los que eran mi nueva familia, decidió venderme, me consideraba bonita, creia que ganaria bastante dinero conmigo asi fué - musité mientras volvia a mojar mis labios con el agua.

- Me vendió al burdel de aqui, la mansión de las sirenas la llaman, La madame le dio un buen precio , estube 2 años ayudando en esa mansión a lasw demas mujeres, aquellos lindos ropajes de encaje, las telas finas, las largas cabelleras, aun asi eran infelices, - completé

Angelo contubo unas lágrimas sin dejar de mantener su sonrisa, era un tragico camino el que habia tenido que seguir y todo eso bajo una mascara que ni ella misma sabia que portaba. Se inclinó hacia atrás mientras seguia escuchando aquella historia como quien oye disparos rozar sus oidos, atemorizado pro si el siguiente le alcanzaria.

-Tragicos sucesos se ciñeron sobre su pasado señorita Desfassiaux...- angelo no sabia hasta donde queria llegar la muchacha pero sabia que ella no dictaria la ultima confesión.

Angelo tomó las manos de la joven con cautela y arropandolas en el calor de las suyas propias buscó su mirada que, hundida en lagrimas, necesitaba tenerla. El momento habia llegado o eso sentia el Sacerdote en su corazón.

-Daphne... no creo poder seguir escuchando más, de haberlo sabido habria movilizado a toda Génova para encontrarte... habria removido cielo y tierra para salvarte de tales osadias... No puedo creer lo que ese desgraciado hizo con tigo... con mi...-Angelo calló un instante, tragó saliva y con una laagrima recorriendo su rostro prosiguió:

-Daphne... yo soy tu padre...- Clamó a Dios por que la reacción de la joven no fuese demasiado brusca y guardó silencio observandola.

-Jamás jugaría contigo Daphne... fue algo complicado cuando sucedió... algo de lo que jamás me arrepiento pero que aun no entiendo muy bien como ocurrió. Yo era un joven aprendiz aun y tu madre una preciosa feligresa... me confesó su amor por mí tras varios meses en confesiones y misas, no me arrepentí ni lo haré jamás de aquel día... el amor carnal no es algo que Dios aborrezca... pero al parecer el Vaticano sí lo hace... yo no podía estancarme o retirarme de mi oficio pues hubiese sido perjudicial, además tu verdadera madre murió de peste pocos meses después de tu nacimiento. Yo me hallaba con un bebé entre mis brazos y no podia cuidar de ti; intenté buscar una buena familia y unos amigos parisinos te aceptaron... Y después de todo lo que me has contado ahora perteneces también a la casa Wayland, lo cual no me molesta en absoluto pues aquel que te haya cuidado será tu verdadera familia. Tan solo quería que conocieses este detalle de tu historia... He pasado los dos ultimos años buscandote, necesitaba saber de ti puesto que la noticia de la muerte de tus padres adoptivos me llegó entonces... tras tantos años...- Angelo hizo un respiro, bebiendo un poco de vino y poniéndose en pie para acercarse a un cajón extrajo un sobre lacrado y lo abrió para mostrárselo a la joven:

-En este sobre se haya la verdad de lo que te digo, Daphne...- El sobre decía así:

Estimado amigo Angelo De Grasso:

Esta misiva será breve, concisa y decisiva, lamentablemente debo comunicaros que mi esposa, que vos mismo conocisteis, cayó enferma y falleció no hará ni diez días. Vuestra hija ha tenido breves años de vida familiar pero desconocemos si ese seguirá siendo su destino. Vos tenéis más amigos a quienes seguramente podáis acudir puesto que yo, en haras de la reciente defunción de mi esposa, temo por mi vida. La pena y la desolación me inundan abusivamente y dudo poder soportar mucho más. Intentaré aguantar hasta que recibáis esta carta y recojáis a la pequeña Daphne De Grasso, o como vos aceptasteis que fuese llamada Desfassiaux.

Sed cauto y veloz, no creo poder soportar más la tristeza de mi corazón. Agradecido vuestro gran amigo.

La firma del sobre yacía a pié de página y un pobre lacre rojizo en la solapa.

-Esta es la verdad, Daphne. No espero que me aceptes como tu padre si no lo deseas... Siento no haber podido acudir en tu ayuda... Ojalá pudieras haber tenido una vida plena y familiar como pretendía regalarte puesto que conmigo, un humilde sacerdote, no tendrías más que la miseria que comparte morada, alimento y bebida junto a mí. Angelo aguardó en silencio esperando la respuesta de la joven.

-Tranquila Daphne... quizás no pueda entender lo que ahora estas pasando pero ten por seguro que estaré aqui cuando vuelvas, que jamás volveré a abandonarte... No te pido que vivas junto a mi, pues no seria justo para quienes si han cuidado de tí, pero ruego que aceptes dos cosas antes de irte...-Angelo abrió uno de los cajones y sacó otra carta, esta de color negro y se la entregó a la joven, el nombre del remitente era Angelo y el emisor: Banco General Italiano, Génova:

-No es todo cuanto tengo pero os aseguro que te ayudara muchisimo, podrás cobrarlo en el banco de Venecia sin ningun problema, lleva mi firma y tu nombre como autorizada... Aprovechalo por favor.- Angelo le entregó el sobre y mirandola a los ojos con feliciad la tomó en un fuerte abrazo y le susurró al oido:

-Esto es lo segundo que quiero que aceptes, hija mia... Nunca estaras sola mientras yo viva.- Angelo esperó su reacción con la felicidad de aquel abrazo repentino.

Fin del hilo.